sábado, 28 de marzo de 2015

Black hole

Un agujero entre espacio y tiempo, así es como ha sido Adelaide. Me preguntaréis ¿qué has visitado?, ¿qué has visto? Y mi respuesta será “Lo suficiente”. Después de haber estado un mes inmersa visitando y viviendo intensamente cada momento decidí que necesitaba un tiempo para sencillamente “estar”. Aislarme un poco y dejar que las palabras fluyeran y así transmitiros, sin dejarlo para más tarde, todo lo que había vivido. La ciudad de Adelaide se ha convertido en una librería, en la que me he sentido muy acogida. Ha sido un paréntesis. No queráis comparar mi estancia en Melbourne con Adelaide. No sé cómo lo hago pero de alguna manera personalizo mis días en las ciudades muy a mi manera. Normalmente decimos que todas las ciudades son iguales pero a mí me cuesta afirmarlo. Encuentro que cada una emana energías diferentes, o quizás el hecho de que una nueva persona empiece a recorrer sus calles deforme el entorno de la ciudad y se convierta en experiencia. Así, mientras que Melbourne fue una ciudad de la cual exprimí al máximo de ella, visitándola y encontrándome con gente que había conocido; Adelaide se ha tratado más de un lugar de paso para buscar a alguien para seguir mi ruta hasta el corazón de Australia, el Outback, el desierto… Y aunque se haya tratado de un lugar de paso, no por eso ha dejado de desprender una magia muy especial para mí.

Adelaide me ha enseñado otra cosa: perder la ansiedad del tiempo. Durante las últimas semanas en algunos momentos me encontraba continuamente pensando en cada día que pasaba y lo que eso significaba… que el 16 de junio, el día que vuelvo, se iba acercando. Pero mientras he estado en Adelaide he aprendido que no tiene sentido pensar en el presente como un consumidor del tiempo, sino que es mucho mejor verlo como el momento que es, sin violarlo ni querer darle valores innecesarios que no tiene. Y sí, es verdad, no descubro nada nuevo, Horacio ya lo decía “carpe diem” pero parece que es algo tan obvio que a veces cuesta interiorizar. Curiosa la naturaleza humana, no?

No sólo ha sido Adelaide en sí la que me ha ayudado a sentir que a mi alrededor había cierto ambiente especial, sino también el hostel en el que me hospedé. Me gustaría definirlo como un hostel que carece de gravedad, un satélite medio flotando, medio anclado en la Tierra, sin saber muy bien por qué lugar decidirse. Y en él sólo entran esas personas que en el segundo que aterriza están allí. Si pasas por delante un poco más tarde o más temprano, lo pierdes, no entras, sencillamente no lo ves, lo pasas por alto. Yo tuve la suerte de encontrarlo. En principio sólo reservé dos días porque mediante Gumtree estaba buscando alguien con quien ir hasta Alice Springs.  Gumtree, para quien no lo sepa, es una página web en la que personas cuelgan anuncios sobre distintas rutas que van a hacer y si te interesa te puedes unir. Para entendernos, es como hacer autostop pero usando Internet. El caso es que estaba buscando información en Internet en la sala común cuando vino Reddy, un trabajador del hotel de origen indio, que me dijo que tenía que decirme algo cuando acabara de trabajar. Me preguntó “¿conoces a Anika, no?” y yo “sí”. Así que minutos más tarde nos reunimos y me dijo que Anika le había enviado un mensaje preguntando por mí y le había pedido que me introdujera a algunos de los amigos que había hecho durante su estancia en el hostel. Esa  misma tarde me uní a un grupo de cinco personas y me llevaron a la playa en coche. Se acabó convirtiendo en una bonita velada!
Reddy y yo. Thank you mate! 

El nombre del hostel es “our house”, que podríamos alargar a “our house, your house”. Y así es como me he sentido, entre familia, entre amigos que aun no conocía y que me estaban esperando. El desayuno estaba incluido y ninguna de las cinco noches que he pasado al final, he cocinado sola. Siempre había alguien ofreciendo un poco de comida india o cocinaba con Alan. Alan es un músico que va descalzo y con su guitarra allí donde va. Me invitó a ir a hacer música de calle así que me pasé todo un día al otro lado de la funda de la guitarra abierta, viendo pasar la gente, aprendiendo a observar las reacciones al escuchar la música. Descubrir que los niños son los que entienden la magia de la música mejor, y que a veces no hace falta que alguien tire una moneda en la funda de la guitarra para saber que les has llenado con un poco más de felicidad. Al final del día, mientras Alan tocaba yo improvisaba la letra y cantaba. Buenas vibraciones!
Al enterarme que podía conseguir Mango Lassi en Adelaide, fui a comprar uno inmediatamente. Aquí Alan intentando robar el mío...

Alan y yo, preparándonos para empezar a tocar en la calle! 

Lugares principales que he visitado de Adelaide? Entre ellos se encuentra la librería (perfecta para escribir sin ser molestada), el museo de arte y el parque. En el parque observamos las formas de las nubes, escuchamos música, bailamos, escapamos del agua de los aspersores, caminamos, despedimos…

El parque

Cortina de agua

Yo protegiéndome del viento tras la cortina de agua 
Os presento "the Iris bird"; y con este dibujo pintado por Alan en la pizarra del hostel, sigo viajando dirección desierto.  

En el libro que estoy leyendo ahora de Haruki Murakami, “Baila, baila, baila”, he encontrado un buen fragmento que resume un poco cómo me siento haciendo mi viaje:
“Trazar la línea siguiendo los puntos me había conducido a esto. Había llegado hasta ahí bailando al son de la música. ¿Estaría bailando bien? Hice un rápido repaso de todo lo que me había ocurrido y analicé mi comportamiento. […] Si volviera a vivir lo mismo, me comportaría igual. Es lo que se llama coherencia. Al menos sigo moviéndome. No dejo de marcar los pasos”


Y son pasos que marco y que fluyen sin más, como agua. Como una niña de agua, atenta a las corrientes marinas que surgen de improviso y me llevan a lugares insospechados donde nuevas aventuras empiezan y enlazan con otras. 


Dibujo que hizo mi mamá representando una gota de agua que fluye.

Y en el momento de tomar la foto, un
pequeño arco iris se posa sobre el rostro de la
niña de agua. 







miércoles, 25 de marzo de 2015

ROAD TRIP FRANKSTON TO ADELAIDE: Great Ocean Road, The Grampians & Coorong National Park

¿Preparados para acompañarnos por nuestra road trip? ¡Vamos allá!

En negro, la ruta que hicimos. La línea discontinua verde es la "frontera" entre South Australia y Victoria

Jamie se ofreció a llevarme en coche des de Frankston hasta Adelaide, un largo viaje, exactamente 886 kilómetros a los cuales tenemos que añadir algunos más porque nos desviamos un poco de la ruta para visitar las montañas llamadas The Grampians.

Primero os explicaré un poco de qué trata exactamente esta carretera. Fue construida entre el año 1919 y 1932 por los soldados que volvían de la guerra y es uno de los mayores memoriales de la primera Guerra Mundial. Empieza en Anglesea y acaba en Torquay, un pueblo cerca de Warrnambool. Tal y como su nombre indica, transcurre al lado del océano, con maravillosas vistas detrás de cada curva. La gente conduce despacio porque es una carretera para disfrutar y no tan solo para conducir. Es por eso que la mayoría de personas que encuentras por la Great Ocean Road son turistas ya que si quieres la ruta corta y rápida coges la autopista.
El paisaje que se repite a lo largo de la Great Ocean Road es una mezcla constante de azul marino con pinceladas blancas de las olas en contraste con el verde intenso de los árboles que hay al lado de la carretera. Continuamente estas girando el cuello de un lado a otro para no perderte ni un instante de la belleza que ofrece la naturaleza. Es la harmonía entre tierra y mar; cuesta decidir dónde preferirías estar, si navegando en medio del océano o caminando entre los árboles. Creo que tanto en un caso como en el otro nuestra mirada se dirigiría al opuesto, nuestros labios sonreirían y pensaríamos “desearía estar allí” y es que a veces es difícil ver lo bonito de cada momento sin pensar en la situación contraria.



Otro punto muy especial de la Great Ocean Road es la magia con la que se envuelve cada tramo dependiendo de la luz que haya: nublado, atardecer, el alba, la noche… Cada una de ellas transforma el entorno de una manera u otra y es por eso que creo que por más que hicieras la Great Ocean Road una y otra vez, sería diferente en cada ocasión.

Nuestra road trip empezó el viernes 13 de marzo (no es precisamente el número de la buena suerte pero dejemos la superstición a un lado).  De Frankston fuimos a Sorrento para coger el ferry que nos llevaría hasta Queenscliff. Des de allí continuamos hasta Geelong. Del primer día en la Great Ocean Road puedo destacar el hecho de que visitamos Bell Beach, conocida por todos los surfistas. En esta playa, del 1 al 12 de abril hay el campeonato de surf organizado por Rip Curl. La playa se llama Bell Beach (playa de la campana) por el hecho que se da una campana al ganador del campeonato.  Paramos a comer en Lorne, donde nos encontramos con las tres chicas francesas que yo había conocido en Melbourne y que antes habían estado con Jamie trabajando en su barco. Fue un bonito reencuentro! Esa noche acampamos en Wye River. Tuvimos nuestra pequeña aventura intentando montar la tienda de campaña ya que era considerablemente grande (para seis personas), pero al final nos salió bastante bien (o al menos durante la noche no se nos cayó encima). Fuimos a cenar al pequeño pub que hay junto a la playa y luego hicimos un paseo.
Here I am! Ready to start it ;)

Bells Beach

Welcome to Bells Beach

En Lorne, esperando a las chicas. 

Sábado 14, después de desayunar, fuimos a hacer otro paseo antes de empezar a conducir otra vez. Esta vez comimos en Apollo Bay, de pícnic y ¡sorpresa! me encontré con tres españoles, dos de Madrid y una de Cataluña. Estuvo bien poder practicar un poco el castellano ;) Hacia la mitad del día, el tiempo cambió radicalmente y una lluvia combinada con un viento fuerte empezó a teñir el ambiente de un aire fantasmagórico. Y es por eso, amigos y amigas, que vi los doce apóstoles como no los ves nunca en las fotos para turistas: esas rocas formadas por la acción de las olas erosionando los acantilados estaban envueltas por una niebla cargada de secretos. Quizás me hubiera gustado verlas con la luz del atardecer, esa luz que lo tiñe todo de dorado pero entonces Jamie me dijo que estaba contemplando los doce apóstoles con el tiempo apropiado; al fin y al cabo se forman en los días de tormenta, cuando la fuerza del océano es superior. Y me hizo pensar que aunque muchas veces sólo vemos la belleza debemos saber que antes ha habido algo que lo ha provocado, una fuerza quizás de la misma naturaleza pero con mucho más poder. Es curioso porque a veces lo que me pasa a mí es que en días grises y con mal tiempo la inspiración es mucho más intensa, es como si la tormenta pasara en mi inetrior y quisiera arrancar todos los trocitos para acabar construyendo una nueva historia llena de vida y con latidos propios.
Acampamos en Port Campbell, un pequeño pueblo. Hacía muy mal tiempo así que tuvimos que montar la tienda en medio de la lluvia y el viento. Pero eso no nos frenó de hacer un paseo hasta el muelle y observar la furia con la que el océano golpeaba los acantilados.
Jamie en Wye River

Apreciad la diferencia entre las dos imágenes siguientes, mostrando los doce apóstoles: 
Lo que ves en todas las guías para turistas


Lo que vi yo... Bastante más interesante a su manera, ¿no?

Envuelta en la niebla...

Hmm.. los australianos tienen una curiosa manera de dejar las cosas bien claritas.

El domingo por la mañana, mientras desayunábamos, conocimos a un chico francés que estaba haciendo la Great Ocean Road en bicicleta. Por lo que nos explicó tiene que ser bastante cansado… Ese día nos dirigimos hacia The Grampians. Son unas montañas que tienen una gran importancia para los aborígenes. Para llegar hasta ellas conducimos a través de countryside australiana: carreteras rectas, sin apenas curvas y con tan sólo algunas granjas alejadas aquí y allá. Llegamos hacia la tarde y pusimos la tienda de campaña. Cenamos curry y nos fuimos a dormir.
Nuestra tienda de campaña, la guitarra de Jamie y el cochecito (su nombre es Pipo) 

Parada para comer. Al fondo se ve la montaña The Abrupt. 

Me desperté temprano porque tenía pensado ir a hacer una ruta de 20 quilómetros para descubrir el paisaje. Jamie se quedó en el camping y yo empecé a caminar a las nueve y cuarto. Toda la caminata fue increíble. Empecé des de los pies de la montaña, e hice the Sundial Peak (se llama así porque tiene un reloj solar en lo alto) y The Pinnacles. Lo que más me gustó fue caminar a través del Grand Canyon, formado tan sólo por rocas. ¿Os habéis parado nunca a escuchar el silencio de las rocas, sin interrumpirse siquiera por el sonido de las hojas moverse? Y es que los árboles tienen curiosidad por los humanos, se inclinan, se retuercen, se entrometen en tu camino. Las rocas, en cambio, te observan muy quietas. Seguramente les gustaría tener el poder de camuflarse, pero nunca lo consiguen. Es por eso que no me extraña que como nombre al camino que pasa entre las rocas le hayan puesto “Silent Street”.
Hacia las cuatro volví al camping. Cogimos el coche y fuimos a Halls Gap para comprar lo que necesitábamos para cenar por la noche. En el camino hacia allí vimos a un chico y una chica que estaban haciendo austostop así que los recogimos. Sus nombres eran Andie y Anika y eran dos amigos de Alemania que estaban viajando hacia Melbourne.  Nos entendimos tan bien todos juntos que se quedaron las dos noches siguientes con nosotros. Esa misma noche hicimos una barbacoa. Como que nuestra tienda de campaña era lo suficientemente grande, durmieron con nosotros.
Vistas des de Sundial Peak

Parece como si la roca se hubiera partido por la mitad

Yo en el Grand Canyon

Silent Street

Otro tramo del camino

Y al final de la excursión fui capaz de ver Emus salvajes! 

Martes 17, cogimos el coche y antes de marchar dirección la costa otra vez,  visitamos the Mackenzie Falls y the Balconies. Una vez en la costa llegamos a Port Fairy, un nombre tan cuco como el pueblo que es. Tuvimos un atardecer precioso. Comimos pizza y observamos durante casi una hora como el sol se despedía del cielo para dejar lugar a la luna.
De camino a The Balconies. 

Yo y the Grampians a mi alrededor

Mackenzie Falls, con Andie y Anika

En Port Fairy. 

Bañándome en el sol del atardecer

El miércoles aproveché por la mañana para visitar a Clemence y Louise que estaban trabajando en una tienda de helados en Port Fairy. Cuando nos volvimos a encontrar con Jamie, Anika y Andie, Jamie había comprado un acordeón. Hacia la una nos despedimos de Anika y Andie porque ellos continuaban en la dirección contraria a la nuestra. Fue todo un honor compartir esos dos días con ellos! Esa noche llegamos a Mount Gambier. Es una ciudad envuelta por volcanes que en su cráter tienen agua acumulada formando lagos.
Jugando con el acordeón

Tschüss Andie und Anika! Hoffe wir treffen uns wieder irgendwo, irgendwan! Vielen Dank für eure Freundschaft! ^^

Al día siguiente hicimos un morning walk alrededor del Blue Lake. El cielo estaba nublado y por lo tanto no se veía el azul intenso con todo su esplendor pero aún se apreciaba un poco. A la hora de comer llegamos a Robe, un pequeño pueblecito donde una de las helpers que había tenido Jamie estaba trabajando y por lo tanto pasamos a saludarla. Luego continuamos hasta Coorong National Park famoso por sus salt lakes. Los lagos de agua salada se secan durante el verano y toda la sal queda sedimentada adoptando tonos rosas, verdes y blancos. Como que este verano ha sido bastante húmedo no se apreciaba del todo pero aun así era precioso. Jamie, como que estuvo unos años en la policía me enseño cómo hacer curvas muy cerradas tipo película “policía persigue a criminal en coche”. Muy emocionante! Después de poner la tienda de campaña fuimos a hacer un pequeño paseo entre las dunas que nos llevaría hasta el oceáno. Mientras caminábamos improvisábamos canciones y por fin llegamos a ver la playa con las olas del océano. El blanco de la escuma me hizo pensar en unos dientes buscando un lugar de tierra donde morder… Volvimos y cocinamos chicken noodles (no teníamos nada más para comer) que sentaron de maravilla.
Blue Lake

Robe
Las marcas del coche en la arena
Freedom

Yeah! 

A la mañana siguiente nos despertamos con el ruido de un 4x4. Era el ranger del parque y nos dijo si habíamos acampado durante la noche y nosotros “sí”. Nos miró incrédulo y dijo “el parque estaba cerrado debido a temporada de caza de cervatillos, tenéis suerte que no os haya pasado nada”. Total, que cada segundo que pasamos en el Coorong National Park era cuestión de supervivencia… y nosotros sin saberlo! Eso es lo que se llama la aventura de la vida. Por desgracia nuestra road trip estaba llegando a su fin, porque ese mismo día, viernes 20 de marzo llegamos a Adelaide, una semana después de haber empezado. Para que Jamie no tuviera que volver el mismo día, decidió reservar una habitación de hotel. ¡Cuánto lujo después de todo el camping que habíamos estado haciendo! Y os puedo asegurar que a la mañana siguiente, disfrutamos como niños del fantástico bufet desayuno, no sin antes habernos dado un baño en la piscina y el spa del hotel. Y entonces sí, fue coger el coche y llevarme hasta el hostel que Anika me había recomendado y despedirnos.

Thank you very much Jamie for this amazing road trip and for having made it possible for me to discover so many places from Victoria and South Australia. There is no better way of discovering Australia than being showed around by the locals, the ones who really know what is worth visiting and who will take you to places that don’t appear in any tourist guide! 

martes, 24 de marzo de 2015

Frankston; post 2

Viernes 6 de marzo! Muy ilusionada empecé a empaquetar mis cosas y ponerlas dentro de la mochila. Me esperaba un día sola en el barco y tenía muchas ganas de ello. Hacia las doce del mediodía Jamie me dejó en el barco y después de ordenar un poco el interior empecé a trabajar en lo que se llama “sanding”. Como que es un barco de madera antiguo, se recomienda que cada diez años se quite la capa de pintura y barniz vieja para aplicar una de nueva. Con una máquina a la cual le aplicas papel de lija vas pasando, con mucha paciencia, su superficie sobre la parte del barco que quieres pulir. Cuando está completamente fina, se aplica el barniz. Aunque parece un trabajo fácil tienes que estar bastante tiempo insistiendo en una única zona para acabar con el resultado deseado. También limpié la cubierta del barco. A continuación comí teniendo unas fantásticas vistas hacia el mar. Es curioso pero al trabajar sobre un barco, restaurándolo, un sentimiento de cariño empieza a crecer, es como si tuvieras que cuidarlo para que esté listo para navegar por el océano, lleno de orgullo, mostrándose ante las olas.
Por la noche cociné dentro del barco un curry con verduras y salsa de tomate. Lo disfruté un montón.
Trabajando en el barco (muy concentrada)

Atardecer

Las siluetas de los barcos con los pájaros sobre ellos, reposando

La cocinita del barco

Al día siguiente me levanté y desayuné con mucha tranquilidad mientras leía “Baila, baila, baila” de Haruki Murakami (un libro que recomiendo enormemente). Hice más sanding por la tarde y luego Jamie vino y cenamos.
El domingo, como que al día siguiente era fiesta, el sobrino de Jamie vino a cenar con nosotros. Fue una velada espectacular. Tocamos la guitarra y cantamos después de comer comida china en la cubierta del barco. Antes de ir a dormir también aprovechamos para hacer un paseo.
¿Hay mejor manera de empezar el día? 

Comiendo mango sobre la cubierta del barco

Al día siguiente Jamie llevó a Frank otra vez a su casa y yo me quedé haciendo más sanding y disfrutando de vivir sobre las aguas.
Frank y yo acabados de levantar

Supongo que os estaréis preguntando si salimos a navegar con el barco, el caso es que como que tiene unas dimensiones considerables es un poco difícil salir a navegar con solo dos personas. Pero Jamie no quería que yo me quedara sin salir un poco a la mar así que el martes fuimos con un barquito de pesca a probar suerte y mirar si pescábamos algún pez. Al principio ninguno picaba e intentábamos cambiar de sitio. Abandonando esperanzas, mientras estaba recogiendo el cabo, de pronto vi que había un pez agarrado al anzuelo. Pero tuvimos que devolverlo al agua porque era demasiado pequeño. Al cabo de unos minutos picó otro y ese sí que era más grande así que nos lo quedamos. Y después de unos cuantos minutos más un gran pez picó pero no logramos ver cómo era ya que rompió el hilo. Satisfechos volvimos al barco. No cocinamos el pescado esa noche porque habíamos quedado con la familia de Jamie para ir a cenar fuera. Los he ido conociendo durante estos últimos días con la mudanza y tomando café en casa de Jennifer, la hermana de Jamie. Sólo puedo decir que son gente muy agradable y en su compañía me he sentido como una más de la familia!

Por turnos, conduciendo el barquito: 


Y por la noche, intentando fotografiar la luna y el camino de luz que abría entre las aguas. 

Al día siguiente vino de visita la hija de Jamie, Xanthe. Ella vive en Brisbane (bastante lejos). Antes de encontrarnos con ella Jamie fue al gimnasio y yo a la playa. Hacía un día espectacular así que disfruté de un baño y escribí. Luego Jamie me vino a recoger y fuimos a buscar a Xanthe a la estación de trenes. Tuvimos conversas muy interesantes y mientras nos tomábamos unas copas a la cubierta del barco, mirábamos la puesta del sol. Por la forma como las nubes estaban colocadas y los colores parecía como si el mundo estuviera al revés. 
Más tarde, mientras Jamie y Xanthe estaban tocando la guitarra dentro del barco, salí a fuera y observé el cielo estrellado. Me senté en la parte delantera del barco, dejando balancear mis pies por encima de las negras aguas. Y entonces, bajando la mirada, descubrí pequeños puntos de luz danzando entre el movimiento de las olas. Tardé en comprender que se trataban de las estrellas reflejadas en la superficie del agua. Muy especial porque era como si las estrellas se movieran. Fue en ese instante cuando me di cuenta de lo que significaría estar en medio del océano, sin absolutamente ninguna luz a tu alrededor, envuelta por oscuridad, sin poder distinguir donde acaba el cielo y donde empieza la línea del horizonte, viendo solamente un velo negro con puntos blancos arriba, abajo, izquierda y derecha. Será ésa la sensación de estar volando?
The world upside down...

Parte delantera del barco, donde me senté durante la noche envuelta por las estrellas. 

La mañana del jueves, preparamos un English breakfast típico con huevos, tomates y champiñones. Qué bueno! Durante el día estuvimos trabajando todos juntos en el barco, haciendo “sanding”. Finalmente, llevamos a Xanthe a casa de su abuela por parte de madre, que estaba a unas dos horas en coche. Paramos a cenar tailandés en un pequeño pueblecito y después de despedirnos volvimos al barco. Espero volver a encontrarme con ella en Brisbane!
"Sanding" time!

Xanthe está estudiando para ser comadrona y trajo su kit para tomar la presión y nos enseñó cómo tomarla. 


Esa noche fue la última en el barco porque otra road trip nos esperaba: Great Ocean Road & the Grampians.