Justo en este instante, estoy cometiendo el mismo “error”
que hizo, según una historia bíblica, la primera mujer de la Tierra, Eva. Estoy
comiendo una manzana roja en un paraíso que se llama Royal Botanic Garden, en Sydney.
Pero en mi caso no me arrepiento y lo repetiría una y otra vez… Pues sí, he
llegado bien, sana y salva! Voy a explicaros como ha ido un poco todo:
Cogí el vuelo des de Barcelona hasta Londres Heathrow (unas
dos horitas). Ya des de entonces, a la
hora de despedir mis tíos, mi amiga y mis padres fue como si un sueño empezara.
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Atardecer que me ofreció el cielo de Barcelona antes de despegar. Energía positiva. |
Des de Londres tuve que esperar al próximo avión que llegaba
hasta Singapore. Intenté caminar el máximo
posible porque me esperaban nada menos que 12 horas sentadita…Haciendo cola conocí
a un hombre australiano, primer contacto directo con esa lengua suya! Y bueno, de
momento los entiendo bastante bien!
Una vez dentro vi que mi asiento (48E) ocupaba una posición
central, por lo tanto no tenía acceso libre al pasillo/lavabos cuando yo
quisiera sino que tenía que preguntar amablemente si me dejaban pasar. Lo más
sorprendente del vuelo fue que estuve durmiendo casi todo el trayecto! Ni yo
misma me lo creía! Llegamos al aeropuerto de Singapore.
Me sorprendió el hecho que el suelo
estuviera todo cubierto de moqueta. Volvimos al avión. Siete horas quedaban; durante ese tiempo vi Boyhood (película muy
recomendable!) y dormí un poco más. (Tengo un poco la sensación de ser marmota).
Pero mejor pasar el viaje así que no aburrida sin saber qué más hacer, no?
Finalmente aterrizamos en Sydney y me di cuenta de lo que significa “la otra
punta del mundo”: no se recomienda para
hacer una “visita relámpago”. Durante el vuelo nos habían repartido unas hojas
con preguntas tipo: motivo del viaje, productos que entras en Australia etc
etc. Aprendí que se debe poner “no” a todo: marqué “sí” en la pregunta “¿entras
algún tipo de fruta en Australia?” y obviamente se quedaron la mandarina y el
plátano que me quedaban. También pasaron una hoja sobre el Ébola donde debías
indicar si en los últimos 21 días habías estado en algún país de la lista a
continuación. Me puse bastante nerviosa pensando que uno de ellos sería España… Pero sólo se trataba de países
africanos. Prueba superada.
Os acordáis del
hombre que os he hablado antes? Nos volvimos a encontrar antes de pasar por
inmigración, (donde no tuve ningún problema por cierto), y a la hora de recoger
maletas. Entonces me dijo “Voy a coger un taxi para que me lleve a casa.
Quieres venir y así te dejamos en tu
hostel y no tienes que ir en tren ? ”. Fue como si Australia me estuviera dando
la bienvenida y hubiera enviado a alguien para recogerme para así hacer que mi
primera impresión del viaje que estaba emprendiendo fuera inmejorable. De esta
manera, paso a paso, voy conociendo la magia de viajar sola: you are travelling
on your own but you are not alone. Debo añadir que tener esta primera
experiencia hizo que me cargara de seguridad ante todo lo que me espera. Nos
sentamos a tomar un café, él fue a coger un mapa y me enseñó los lugares que
podía visitar durante el día (ahora estoy en uno de esos). Seguidamente subimos
a un taxi y me dejó en la puerta del hostel. Una vez allí nos despedimos y nos
intercambiamos el contacto. Él continuaba su trayecto hasta su casa. No sabía
cómo agradecerle por haber hecho que mi llegada a Asutralia fuese mucho más
personal de lo que yo esperaba.
Eran más o menos las 9 de la mañana cuando llegué al hostel
y no podía entrar en mi habitación hasta las 13:30 teóricamente. Eso ya lo
sabía pero aún así me dejaron duchar (cosa bastante necesaria) y quedarme en la
sala de estar. Lo que hice también fue ir a comprar un adaptador de la
corriente y comida para poder comer en la cocina del hostel. Gran sorpresa la
mía cuando entré en un “7 eleven” (supermercado de Australia). Era tan grande y
había tantas cosas que me pasé bastante rato dando vueltas a ver qué compraba.
Me tomé el lujo de comprar un kiwi de Nueva Zelanda. La sensación al tomarlo
fue rara: en España, Nueva Zelanda te queda muy lejos, en cambio en Australia
está a dos/tres horas en avión.
A la hora de comprar eras tú mismo el que pasabas los
productos por el lector de barras, los depositabas en la bolsa de plástico,
introducías la tarjeta, pagabas y ¡compra hecha! Todo ello interactuando con
una máquina.
Volví al hostel y comí un poco. Se hicieron las 13:30h y mi
habitación aún no estaba preparada. Como que no tenía ganas de esperarme
eternamente decidí ir a hacer un poco la turista siguiendo el mapa que me había
facilitado mi “guía”. Os voy a ser sincera, estaba cansadísima y de tanto en
tanto me iba viniendo un sueño que amenazaba con cerrar mis ojos. Así que tenía
que combatir contra él. ¿Por qué? Por la sencilla razón que debía reducir el jet lag, aguantar el día como
pudiera para así adaptarme ya des del primer día al horario australiano. Me
subí a un bus que me llevaba gratis hasta la Opera House. La elegí como primera
destinación para así creerme que realmente estaba allí, en Sydney. Es
impresionante observar ese edificio. En esos momentos hubiera deseado saber un
poco más de arquitectura para saber la razón de la forma y de la ubicación. La
Opera House se hace paso a través del mar y la brisa marina roza constantemente
sus paredes y tejado. La rodeé caminando. Des de ella se veía el puente famoso
de Sydney también.
Sydney Harbour Bridge; des de la Sydney Opera House |
Alrededores del Sydney Opera House |
Des del Botanic Garden, el famoso edificio. |
Después fui al Royal Botanic Garden que se encontraba justo
al lado. Me encantan estos sitios en medio de ciudades que parecen un mundo
aparte, como si estuvieran rodeados por una cúpula invisible de vidrio que no
permite entrar en ella el bullicio de los coches y las personas. Caminé unas
cuantas horas por allí dentro. Lo necesitaba después de haber estado tanto
tiempo sin moverme dentro del avión. Lo que me gustó especialmente del parque
era el hecho que se podía caminar por donde se quisiera, por encima de la
hierba, al lado del lago… Estaba formado por un sinfín de pequeños rincones que
invitaban a sentarse e imaginarse mundos paralelos o sencillamente observar con
una sonrisa dibujada en los labios el lugar donde te encontrabas. Fue aquí
también que me di cuenta de qué quiere decir el “hacer lo que quieres” cuando viajas sola.
Y es que puedes decidirlo absolutamente TODO. Si sentarte ahora, o unos metros
más allá; pararte a observar este jardín o pasar de largo… Finalmente me senté
sobre la hierba, con vistas a un lago y me tomé una manzana (fue en ese momento
que empecé a escribir este post aunque ahora ya estoy en otro lugar). Allí sí
que me di el permiso de estirarme y cerrar un poco los ojos. No estuve mucho
tiempo (ya sabéis el porqué) y además un viento un poco frío empezó a soplar.
Me he dado cuenta que este viento siempre está presente en las zonas cercanas
al mar, lo que hace que se creé un efecto curioso: el sol ofrece sus rayos de
manera muy generosa, pero el viento frío impide que el calor te llegue con toda
su fuerza.
Después paseé por el núcleo antiguo de la ciudad llamado The
Rocks. Se habían hecho ya las siete de la tarde por lo que decidí volver. Una
vez en el hostel, cené y a las ocho casi nueve estaba en la cama, agotadísima, pero con unas ganas increíbles de despertarme al día siguiente y seguir explorando los secretos del nuevo país donde había aterrizado hacia tan sólo unas horas.
Royal Botanic Garden; árbol curioso, verdad? |
El lago del parque. En él hay anguilas. |
En el parque hay una pequeña explicación sobre la colonización de Australia. Ésta es una demostración sobre como eran los refugios de los aborígenes. |
Este árbol se encuentra por todos lados. Tiñe el suelo de color lila con sus hojas. |
Me encanta el reportaje! Casi es como si estuviéramos contigo!;))
ResponderEliminarLo estáis!
Eliminarjo tmb vull menjar un kiwi de nova zelanda sense sentir-me culpable!! ;)
ResponderEliminarSí, oi? hahah
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